“Desierto”
Por Charles Espriella
Por Charles Espriella
La gente del desierto, la que vive en él, es
gente que habla poco y mira mucho. Está acostumbrada a escuchar, no tiene
tiempo de pasar más minutos hablando con otros. Capta las ideas, las razona,
las procesa y luego ejecuta, toma acción.
El sol te evapora el agua de tu cuerpo; tu
boca se seca, se convierte en nubes tan pronto como las palabras cruzan la
frontera de los dientes hacia afuera.
El agua es bendita, es un tesoro, es un
milagro tenerla, es oro líquido.
Las personas que vienen de otros lugares con
climas más templados o favorecidos por el termómetro piensan que los sonorenses
estamos todo el tiempo enojados, que gritamos al hablar…
Sin embargo, la gente del desierto es amigable,
empática, solidaria, amiga, te ofrecen agua y a veces café…
El sol, el astro rey pareciera odiarnos… el
calor pasa de los 40 grados centígrados y a veces la sensación térmica atraviesa
la barrera de los 50 grados. Pareciera ser un infierno aquí en la tierra…
Cuando llueve sonreímos aunque todo se inunde
y algunas cosas se vayan al carajo…
La gente del desierto viajamos a otras
ciudades o países pero siempre volvemos a nuestra guarida, al pandemonium…
Quien sabe que arreglo tengas nuestras almas
con estas tierras que deberían estar desoladas pero no es así. Aquí nacimos y aquí
morimos y cada verano es lo mismo… es un ciclo, es un romance enfermizo…
Amamos al desierto y el desierto nos ama aunque
intente evaporarnos… somos suyos y él lo sabe…
Habrá cientos o miles de lugares mejores en
todo el mundo, pero los hijos del desierto siempre volvemos a casa… nos gusta
la mala vida
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