“Somos instantes”
decía la malla de acero mientras bajaba hasta romper en una pequeña nube de
polvo sobre el suelo con un estruendo de esos que a las 12 de la noche parece
una bomba nuclear.
Era la gran
noche del 24 o ya más bien 25 de diciembre, Noche Buena, nos había tocado
trabajar en la tienda donde vendíamos ropa hasta esa hora ¿Por qué? Porque el
dueño, un cabrón que no tenía a nadie más que así mismo, le parecía que la
navidad era solo un día más.
Y quizás tenía
razón, ahora a mis 45 años si lo veo así.
Pero en
aquellos años, por allá en los 1995 cuando tenía unos 22 años, pasar la noche
buena en una tienda esperando las “compras de pánico” (las cuales nunca
llegaron) parecía un castigo del infierno.
Dieron las
12, la gerente ya había hecho el corte desde las 8 pm ya que el centro de la
ciudad estaba totalmente vacío. Unos amigos que trabajaban ahí y yo nos
sentamos a mitad de la avenida Colosio a fumar cigarros sin que pasara un solo auto… era demencial y
bizarro… a lo lejos, por allá por la calle Garmendia pasaban de pronto unos policías
con las luces encendidas buscando prostitutas o quizás borrachos para bajarles “el
aguinaldo”.
Pues como
les decía, llego la media noche, nos dimos el abrazo de “feliz navidad”, no
salimos en chinga, hacia un frio de los mil demonios… y cuando baje la cortina
de acero ahí estaba el escrito en pintura blanca de aerosol “somos instantes”.
Nos despedimos,
lo que tenían auto se fueron y el novio de la gerente le esperaba en su
motocicleta. Todos se esfumaron como el humo de un cerillo apagándose sobre un
charco de agua en el suelo.
Obviamente no
había ni taxis ni camiones… tendría que caminar hasta mi casa, la cual, en
honor de la verdad, no estaba tan lejos. Quizás si a esa hora y con ese frio,
pero pues, a caminarle de una vez.
No sé cuántos
cigarros fume en el trayecto, pero cuando llegue al Blvd. Luis Encinas, me
detuve antes de cruzar y las calles estaba desiertas… bellísimamente solas… ni una alma ni perro ni nada que respirara estaba
ahí ene se momento… solo yo y el viento frio congelándome la cara.
“Puta que
frio”-pensé y luego tire el cigarro y metí mis manos en los bolsillos de mi pantalón
y pensé de nuevo “somos instantes”.
Uno se pone
triste cuando alguien cercano muere quizás porque de alguna manera sentimos que
nos pertenece de una forma u otra. “Mis amigos; mis padres; mi novia; mis
hermanos; mi perro, mi, mi, mi, mi”.
Lo que supe o descubrí esa noche, es que tarde que temprano, todo se va al carajo de una manera rápida o discreta…
Lo que supe o descubrí esa noche, es que tarde que temprano, todo se va al carajo de una manera rápida o discreta…
La última
vez que jugué con mis amigos del kínder; la última vez que vi a mi primera
novia; la última vez que hable con mis abuelos; la última vez que estuve con
mis padres en el mar; la última vez que vi el cielo estrellado de Bahía Kino
cuando aún era un niño.
La última vez que mire los ojos de mis amigos de Monterrey y reí con ellos.
La última vez que bese a mi Tía o la última vez que abrace a mis primos.
La última vez que mire los ojos de mis amigos de Monterrey y reí con ellos.
La última vez que bese a mi Tía o la última vez que abrace a mis primos.
La última
vez que vi el cerro de la silla o la última vez que ensaye con la banda donde
estaba. La última vez que tocamos; la última vez que reímos todos juntos.
La última vez que estuve con mis amigos de la carrera.
La última vez que nos juntamos los amigos del grupo de la iglesia y cantamos.
La última vez que estuve con mis amigos de la carrera.
La última vez que nos juntamos los amigos del grupo de la iglesia y cantamos.
Todo tiene
una última vez en esta vida… todas esas últimas veces son muertes… son cosas
que terminan, que dejan huecos en el alma.
Y uno tiene
que seguir que continuar avanzando como si todo aquello no hubiera existido.
Como si no se extrañara, como si no se necesitara, como si no se hubiera
quedado una parte de tu vida en ellos.
“La gente
muere todo el tiempo”- pensé, pero no hay nada más triste que esas muertes que
no mueren, las que están ahí en algún lugar del mundo lejos de ti y no sabes por
qué tuvo que acabar.
Sentí de
pronto que muchas cosas que había querido en mi vida me habían abandonado y me
dio tristeza pensar que quizás el culpable había sido yo.
Yo mismo me
había “complotado” todo este tiempo para estar solo y lejos…
Yo mismo me
había convertido en tan “solo un instante” para los demás…
Llegue a mi
casa y aquello era lo que había querido ver desde las 6 de la tarde… todos
juntos, comiendo y riendo y platicando anécdotas y travesuras.
El calor de
la chimenea me abrazo y los brazos de mi madre me rodearon y me hicieron sentir
como un niño de 10 años.
“somos
instantes”
Somos una fracción
de tiempo en el universo donde después de miles de millones de años, a nadie le
importa.
Instantes…
Charles
Espriella 4/06/2018
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