“La Viuda Negra”
Por Charles Espriella
¿Les platique que no me gustan las arañas?
Les voy a comentar algo que me ocurrió una
noche…
Pues bien, llego una noche a mi casa; está
vacía… mi familia se habían ido y no sé si iban a volver, no habían sido buenos
tiempos, las cosas iban de mal en peor, la verdad no sabía qué cosa más pudiera salir aún más mal…
Venia del trabajo, estaba cansado, solo quería
tomar una ducha y luego irme a dormir. Mil
veces hubiera querido no despertar, así de mal estaban en mi vida las cosas.
Estaba harto de sentir esta desolación todos
los días…
Intento encender la luz y no prende, me la habían
cortado, no tengo luz…
Fui hacia la cocina dando tumbos con los muebles y
cosas que están por allí y por acá. Llego hasta justo frente encima de la
estufa y me apoyo con mi teléfono celular para alumbrar hacia la alacena que
está justo arriba de ella.
Allí guardo unas veladoras. Agarro una y volteo a ver la pantalla de mi
teléfono, está indicándome que me están marcando desde un número que no es
local, seguro es de algún banco para cobrarme alguna de las tarjetas de
crédito… noto que la batería está a punto de acabarse y cuelgo… después apago
el teléfono…
Voy hacia el sanitario, oigo que las llaves
caen durante mi trayecto, no le doy importancia.
Entro y abro la llave de la regadera, me
desnudo rápidamente y me meto a la ducha…
Cada vez que el agua toca mi cuerpo es como si
naciera un millón de veces… se siente de maravilla…
Duro algunos minutos. Tomo una toalla, me seco
como puedo, me envuelvo alrededor mío la toalla y salgo con la vela rumbo a la
cocina… tengo hambre…
El refrigerador esta vacío… ya nada queda,
absolutamente nada…
En la alacena un par de latas de atún; galletas de quien sabe cuándo; jugos con caricaturas; arroz; sopas
instantáneas; un pan viejo…
Y a lo lejos,
la llama de la vela se refleja en mis botellas de vino, esas que
guardaba para una ocasión especial, para celebrar…
Tomo una botella; busco torpemente en los cajones el destapa corchos,
tomo de un gabinete una copa y me sirvo hasta el borde…
Tomo todo el contenido de un jalón, de un
golpe…
Siento ese escalofrío recorrer mi cuerpo, esa
sensación que te da el alcohol llegando por las venas a cada pequeño y recóndito
lugar de tu cuerpo… siento ese calor en mis mejillas y esos “piquetitos” sobre
mi estómago…
Me sirvo otra copa, pero me siento en la barra
de la cocina donde solíamos desayunar, comer y cenar en familia y donde ahora
es solo un pedazo de madera muerto y aburrido.
Pongo la botella y la vela frente a mi… más
allá está el horno de micro ondas y a su lado derecho la puerta de servicio que
da al patio y que tiene unas pequeñas ventanas que por alguna razón había
olvidado cerrar y estaban abiertas… entraba un aire fresco y se respiraba
delicioso el olor a pasto mojado…
Tome la segunda copa de vino y en mi mente
pasaban miles de recuerdos, de mejores momentos.
La gente analiza las cosas cuando le va mal
pero casi nunca cuando le va a bien. Piensa que es obligación del destino que
te vaya bien, que así tiene que ser. Y cuando te va mal no recuerdas que hacías
para que te fuera bien y es entonces cuando estas hundido con el agua hasta el
cuello en el fango y no tienes ni maldita idea que hacer.
Como me gustaría que mi familia estuviera
aquí…
Estoy sumergido en esos pensamientos cuando de
pronto veo que algo pequeño se mueve por la ventana, es una araña, le alcanzo
de pronto a ver el reloj de arena rojo sobre su lomo, es una viuda negra.
Comienza a caminar y pienso que solo eso me
falta, que me muerda una viuda negra y que días o quizás semanas después
alguien encuentre mi cuerpo putrefacto desnudo tirado sobre el piso de la
cocina…
Me le quedo viendo y realmente pienso que no
son insectos feos, son fascinantes, su estructura y sus colores son algo
increíble… sin embargo de pronto me siento dios y decido que ese pequeño
insecto no vivirá más…
Me levanto, tomo la vela, doy vuelta hacia la
alacena a buscar el matamoscas y regreso sin prisa hasta donde estaba y acerco
un poco la vela hacia la ventana para tener mejor vista y darle un golpe
certero a la pequeña arácnida…
Para sorpresa ya no estaba…
Inmediatamente alumbro hacia el suelo, hacia
el horno de microondas, hacia el techo, hacia la tabla del desayunador y no
está por ningún lado…
Pienso que quizás se salió pero la verdad no
pretendo averiguarlo. Estoy muy cansado para seguir invirtiéndole neuronas y
tiempo al insecto… que se vaya y que sea feliz…
Voy a la alacena, agarro otra botella de vino…
Antes de abrirla, la luz de la vela delata que
mi copa está llena aun.
La agarro y le doy un trago profundo…
El vino caliente sabe a mil rayos, pero qué
más da…
Estoy tragando
de un jalón como si fuera tequila cuando tengo esa sensación en mi
lengua y después en mi garganta de que algo sólido viajo por ahí…
Pienso: “es la viuda negra”
Siento sus patitas caminando por dentro de mi
garganta, que va y viene… me aterro… comienzo a hacer esos ruidos como cuando
te da comezón en la faringe y solo
consigo sentir que se mueve más la araña…
Comienza a llover…
Desesperado tomo la vela y quiero buscar mis
llaves que hacía unos minutos atrás se me habían caído quien sabe por dónde…
Un viento que se cuela por la ventana alcanza
a la llama de mi vela y la fulmina… la mata… se apaga y no hay más luz…
No recuerdo donde deje mi teléfono celular ni
el encendedor… las patitas se siguen moviendo por dentro de mí…
Intento provocarme el vómito… meto mis dedos
índice y medio de la mano derecha hasta el fondo de mi garganta… mi estómago se
contrae repetidas veces… siento el vino
caliente invadir mi boca… la abro tan grande como pudo y al fin vomito… uno,
dos y hasta tres borbotones de vino y ácido gástrico salen a chorros de mi boca…
Mis pupilas buscan acostumbrarse a la
oscuridad pero no veo nada, comienzo a pisotear a ciegas el vómito tratando de
matar a la viuda negra, siento como salpico por todos lados de basca…
Siento mis ojos llenos de lágrimas pero no
revientan, no lloran, es como si tuvieran una vitrina que evitara que el llanto
se derramara…
De pronto grito de angustia…
Mi alarido se confunde con los truenos de la
tormenta…
Al fin logro llorar y caigo nervioso y
aturdido de nalgas sobre el piso lleno de vomito…
De pronto siento las patas de peine de la
viuda negra moverse aun dentro de mi…
espero la mordida en cualquier momento, espero las enzimas digestivas
que recorrerán mi sangre y me mataran…
¿Puede matarme una mordida de una viuda negra?
Gateando busco las malditas llaves, las
pinches llaves que quien sabe dónde jodidos quedaron… estoy muy desesperado,
tengo miedo… tengo pavor, tengo pánico…
Vaya forma de morir…
¿Y si me muerde y no pasa nada?
¿Y si me muero y a nadie le importa?
Tocan a la puerta, corro como un loco hacia
ella, resbalo en el vómito… caigo lentamente, así como en cámara lenta… mis
manos buscan de cualquier cosa para sostenerme, no encuentro nada… mi nuca si
encuentra el ultima escalón de la escalera…
Siento en milésimas de segundo una corriente eléctrica
que recorre todo mi cuerpo hasta salir por las puntas de los dedos de mis manos…
después ya no siento nada…
En el periódico se publicó que me encontraron
muerto, borracho, encima de mi propio vomito dos semanas después en total
estado de putrefacción y que el médico forense había encontrado en mi garganta
una araña de hule atorada… una araña viuda negra…